Cuando uno está en el proceso de criar o vivir con chicos, es inevitable que, de cuanto en cuanto, aparezca un episodio temido por muchos: las famosas rabietas. La forma en la que lidiamos con ellas dependerá también de cómo nos comportemos frente a la situación, algo que pondrá a prueba nuestra paciencia y determinación.
Para entenderlo un poco mejor, vayamos por su definición. Una rabieta o pataleta es un comportamiento de cólera y frustración que los niños y niñas tienden a expresar durante los años de su primera infancia. Tenemos que entender que son episodios naturales en su crecimiento y que, aunque no lo creamos, los ayuda a entender mejor sobre sus necesidades físicas y emocionales.
“Las pataletas son crisis necesarias en el desarrollo por dos motivos: Por un lado, si se manejan de manera adecuada, abren la oportunidad para formar nuevas conexiones neuronales en el cerebro de los niños, las cuales le permitirán autorregular sus impulsos de forma más saludable cuando sea grande – nos explica Diana Dávila, psicóloga especializada en el tema –. Por otro lado, también son necesarias porque mediante estas el niño empieza a afirmar su identidad como individuo diferente a los demás (…) sus deseos ya no coinciden necesariamente con los del papá o la mamá, empiezan a desafiar y a oponerse”.
De acuerdo a la psicoterapeuta familiar María Inés Gutiérrez, las rabietas afianzan su independencia y se vuelven un deseo de controlar todo e imponer su voluntad pero, al no saber cómo explicarlo en palabras, se expresan en la manera que todos ya conocemos. La edad común en la que se presenta, según nos comenta, es alrededor del año al año y medio, volviéndose más intensas entre los 2 y 3 años y disminuyendo a los 4 años.
“Se presentan en estas edades porque es la forma en cómo los niños pequeños expresan su negativa. Digamos que son inevitables y los padres no deben asustarse ni desesperarse. Al contrario, deben ganar habilidades para saber manejarlas y convencerse que, al tratar con niños de la primera infancia, van a presenciar una rabieta”, destaca.
Entonces, ¿cómo hacemos?
Es aquí donde tenemos dos puntos de vista diferentes, los cuales nos pueden ayudar a ver cuál se adapta mejor a la situación que tenemos delante o, en todo caso, complementar una con otra para nuestro beneficio y el de los chicos.
Diana, por ejemplo, nos dice que la base para abordar mejor las pataletas es ser consciente de nuestras emociones y la de los chicos ya que en el proceso, también estamos lidiando con la frustración.
“Es necesario empatizar con él y ponerte en sus zapatos. Una vez que ponen en palabras la emoción que está sintiendo y lo conectas con su conducta, ya has logrado la mitad del camino (…) No buscas hacerlo ‘sentir mal’, buscas ayudarlo a entender, que tú lo comprendes aun estando molesto, buscas que confié en ti”.
Como segundo paso, nos propone que les expliquemos el porqué de la negativa con una razón lógica detrás; así, si quiere seguir jugando con sus amiguitos a pesar de la hora, tenemos que decirle que ya es tarde y que tiene que ir a comer o dormir, cosa que hacemos por su propia salud. Finalmente, cuando ya esté más calmado, lo ideal es proponerle una solución y ayudarlo a llevarlas a cabo junto a ti.
Por otro lado, María Inés nos pide tener calma y paciencia y adoptar una actitud en la que no nos dejemos manipular.
“No nos dejemos envolver por la vergüenza o por el por qué dirán. Nos tienen que ver serenos y que no le daremos la importancia debida – especifica –. Si su hijo es pequeño y empieza a hacer una rabieta, déjelo, no lo persiga, no le dé importancia al show que está realizando. Verá que pronto se le apagan las luces y volverá con calma”.
Y si nada de esto funciona, ¿cómo sé cuándo buscar ayuda?
Aquí ambas psicólogas coinciden en que la ayuda es necesaria cuando las cosas se salen de control y el niño o niña empieza hacerse daño, da insultos a los adultos responsables, rompe o tira las cosas. Cuando ambos llegan a un límite, es necesario acudir a un especialista antes que la situación empeore aún más.
Con todo esto dicho, podemos decir que estos arrebatos no se dan “por gusto” o porque simplemente el niño o niña quiso que pasara. Tomémonos esta etapa como un periodo de aprendizaje del comportamiento y conducta de nuestros chicos y recordemos que la actitud que tomemos ahora, será la clave para sus futuros años de vida.